Si lo comparamos a las otras obras de arte humanas, vemos que El Juicio Final es, indudablemente, las más ciclópea y portentosa composición pictórica realizada en la tierra. Pero si, con un esfuerzo sobrehumano de imaginación, pensamos en el juicio extremo que nos promete la fe cristiana, confesaremos que apenas es un manojito, un pequeño haz de desnudos, una sombra confusa e infinitesimal del espectáculo inmenso e imaginable del Novísimo Día.
Mas que Juicio, es apenas preámbulo: en lo alto aparece Cristo, que viene a juzgar abajo, los muertos se despiertan para recuperar su cuerpo. Quizá la orgullosa pintura no debiera llamarse Juicio, sino Resurrección. Parece ser que así lo pensaban algunos contemporáneos antes que la obra estuviera empezada. Agnello, en efecto, escribe en Venecia, el 2 de Marzo de 1534, que Clemente VII "tanto ha hecho que ha logrado convencer a Miguel Ángel de que pinte la capilla y que encima del altar se haga la Resurrección...