Los artistas europeos del Renacimiento se propusieron representar el mundo de la manera más realista posible. Ellos querían que las escenas que pintaban fueran como engañoso porque los cuadros se pintan en superficies planas, de dos dimensiones, y la realidad que vemos es tridimensional: los objetos retroceden en la distancia y tienen profundidad. Para que las escenas pintadas se parecieran más a la realidad, los artistas tuvieron que dominar el arte de la perspectiva.
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El tributo (1425), de Masaccio
Cerca y lejos
En la competencia para pintar las puertas del Baptisterio de Florencia de Ghiberti ganó, uno de los perdedores fue Filippo Brunelleschi (1377-1446). Dicen que después de esa decepción Brunelleschi abandonó la escultura y se concentró en la arquitectura. Su gran triunfo fue el espléndido domo de la Catedral de Florencia, construido de 1420 a 1436. Como muchos otros artistas del Renacimiento, Brunelleschi tenía varios talentos: además de ser arquitecto y escultor, era pintor. Se cree que fue el quién descubrió el funcionamiento de la perspectiva, el modo en que las líneas paralelas de una construcción apuntan todas hacia un único punto de fuga. Sus ideas fueron llevadas a la práctica por el pintor italiano conocido como Massaccio, cuyo verdadero nombre era Tomaso di Ser Giovanni di Mone Cassai (1401-28) y cuyo dominio de la perspectiva puede apreciarse en El Tributo.
La perspectiva fue considerada el elemento clave para conseguir que las escenas pintadas parecieran reales. Fue rápidamente adoptada por los principales pintores italianos de la época, como Fray Angélico (1395-1455), Piero della Francesca (1415-1492) y Andrea Mategna (1430-1506). El dominio de la perspectiva se volvió tan importante que algunos artistas hicieron de la arquitectura el tema central de sus pinturas. Sin embargo, en la perspectiva no sólo es cuestión de alinear correctamente los edificios. Se trata también de crear un sentido de profundidad convincente. Eso se consigue mostrando cómo se altera el color en la medida en que los objetos se apartan del observador. La distancia también altera los tonos del color y las sombras en el dibujo de varias personas y hasta en un rostro visto muy de cerca. La representación de la sombra, con un efecto tridimensional convincente, se volvió el gran desafío técnico en la creación de la ilusión de profundidad.
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